En los momentos más bajos – aquellos en donde nos hemos sentido devastados, abandonados, especialmente vulnerables y con ganas de desaparecer – sucede algo mágico que escapa de nuestra consciencia. Es un evento silencioso, imperceptible a los sentidos, pero crucial para el alma, donde incubamos una semilla invisible y potencialmente muy poderosa.
Esta semilla contiene toda la energía y el poder creador para un cambio profundo y transformador, pero requiere su tiempo de maduración y la confianza suficiente para sostener la noche oscura del alma, que a menudo parece no terminar jamás.
Esta semilla empieza a echar sus raíces no para anclarnos a la tierra, sino para anclarnos al amor y para buscar los nutrientes que necesitamos en el desafío de encontrarnos a nosotros mismos.
Las raíces crecen discretamente, sin anuncios ni pirotecnia, pero crecen sin parar en un proceso lento y continuo, abriéndose espacio entre lágrimas y heridas, para conectar con nuestra dimensión esencial, aquella que nunca hemos de dejado de ser.
Cuando las raíces están suficientemente firmes, empezamos a sentir un soplo de frescura en todo nuestro ser, un Relámpago Divino para volver a levantarnos más fuertes, expansivos y florecidos que nunca. Es el camino del despertar, es un regalo de valor incalculable, que lo cambia todo para siempre.
Cuando te toque vivirlo, agradécelo, hónralo y confía en el proceso.
Rai Silva Coach Ontológico.