Desde mi mirada el perdón es uno de los actos más nobles del ser humano, pero hay algunas consideraciones que creo hace falta señalar:
Perdonar y ser perdonado son dos caras de la misma moneda, la emoción es la misma, pero desde veredas opuestas. En ambos casos nos enfrentamos humildemente a los misterios de la imperfección humana, para doblegar el odio y la culpa.
Para perdonar NO dependemos de que el agresor esté presente, arrepentido o consciente del daño, pues en ese caso estaríamos entregándole el poder a él (o ella).
Perdonar es una declaración verbal (hay que decirlo) muy poderosa que puede alivianar notablemente nuestras vidas, la de quienes nos rodean, y eventualmente la del agresor.
Perdonar No es validar el daño causado ni a la persona que lo causó, sino soltarlo en paz para sacarnos de encima las cadenas del dolor, la humillación y el resentimiento.
Perdonar NO implica tener olvidar, compartir espacios o retomar vínculos con el agresor. Tomar distancia puede ser necesario, el autocuidado es prioritario.
Perdonar es algo que hacemos principalmente por nosotros mismos. Es un auto regalo que ayuda a reparar el alma trizada, pues nos conecta de golpe con el poder transformador del amor.
Perdonar es un acto psicomágico valiente y muy personal, tiene sus formas y sus tiempos. Puede tomar años, puede haber recaídas, sin embargo el tesoro es tan significativo, que bien vale la pena tenerlo presente, aún cuando la herida está abierta.
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Rai Silva Coach Ontológico #YaEsTiempoDeSanar