Cuando la herida del abandono habita en una persona, suele desarrollar un patrón de comportamiento inconsciente que se ancla en el miedo a la soledad, en el miedo a no sentirse vista ni amada. La máscara egoica de esta herida se llama dependiente emocional.
El miedo a la soledad facilita la gestación de vínculos de codependencia con otras personas que a menudo transitan la misma herida. Algunos lo llaman Ley de la Atracción.
La dependiente emocional hace grandes esfuerzos para complacer a otros, invirtiendo mucha energía personal al costo de postergarse y transgredirse sin medida. Suele mostrarse al mundo como una persona buenita, empática, generosa y excesivamente disponible para ayudar o “salvar” a otros, incluso sin que se lo pidan. Quiere ser percibida como alguien que es bueno tener cerca.
Muchos arquetipos emergen de este fenómeno; la buenita, la complaciente, la servicial, la Elvirita, la Cenicienta, la santa madre abnegada, la salvadora, etc.
Se ve más habitualmente entre mujeres, y son más proclives a caer en las garras de un narciso por la simbiosis que se da naturalmente en ese vínculo.
El razonamiento de la dependiente es que si se transforma en alguien muy querible o indispensable en la vida de los demás, es improbable que la abandonen. Con eso anestesia la herida de base que viene de su infancia, pero no se hace cargo de ella porque no sabe cómo sanarla o no la ve con claridad.
La dependiente llena una cuenta bancaria imaginaria a su favor con las innumerables muestras de generosidad acumuladas en el tiempo (como los matripuntos), pero llega un momento en que quiere salir a cobrar sus cheques exigiendo reconocimiento, cariño, pertenencia y presencia incondicional.
Ahí está la trampa. La dependiente espera la retribución que muchas veces no llega, entonces activa su herida argumentando un trato injusto, asimétrico o desagradecido.
En casos más extremos puede llegar a manifestar un comportamiento posesivo que exige lealtad y exclusividad, con altas dosis de victimización, manipulación y culpa.
Si en alguna medida te sientes identificada(o) con este perfil o conoces a alguien que encaja, la buena noticia es que con acompañamiento de coaching se puede sanar.
El desafío es aprender a revalorizarse, a conectar con la dignidad perdida, con la suficiencia y aprender a reconocer la infinita fuente de amor y riqueza que somos, de modo que cuando se manifieste un acto generoso, se haga desde el amor y no desde la carencia afectiva.
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Rai Silva Coach Ontológico
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